domingo, junio 08, 2008

Labermar

Maracaibo, jueves 12 de Enero del 2006

Sentada en medio de los "escombros" de mi vieja habitación, no puedo evitar sentir nostalgia y añoranza por los días que quedaron guardados entre éstas paredes; años de recuerdos, sueños, alegrías, tristezas, angustias, lágrimas, amor, sonrisas, dolor y rabia..., recuerdos todos que formaron lo que soy ahora y que quedaron apilados bajo las capas de polvo, tiempo y olvido, unas veces ingrato, otras, compasivo. En los ojos de mi mente vislumbro éstas mismas paredes, años atrás, cuando su color no se había desgastado con el tiempo, cuando "vivían" con la misma energía de quienes nos cobijábamos en ellas, cuando los muebles y anaqueles no parecían fantasmas dormidos, empolvados y a la espera de una luz que no saben si regresará.
Mi casa vacía, mi casa silenciosa, triste, muda en medio de sus gritos sordos que proclaman por los recuerdos que se esconden en mi corazón. Mi casa, donde los rayos del sol fueron apagándose, donde su dorada lluvia algunas veces aún intenta dificultosamente entrar a través de la selva de cortinas y ventanas cerradas, entre poltronas desvencijadas que tan pocas veces fueron utilizadas..., mi casa, a la que el sol refulgente de Diciembre ya no entra desde hace más de una década.
Mi casa, surrealista, triste, apagada, y aún todavía llena de dulzura escondida, en los recuerdos, entre sus rincones, temerosa de la luz a la que un día tanto quiso. Mi casa vieja, sin fantasmas, sin memoria anterior a la de mis padres, tan sólo con ese pasado, y mientras escribo éstas líneas, sin futuro.
Miro la lámpara de mi cuarto y pienso: "La vida se va volando".

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